Por el Pastor Leo Bahena
Se despojó Cristo de algunos de sus atributos divinos mientras estaba en la tierra? (La teoría kenótica). Pablo escribe a los filipenses:
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos (Fil 2:5–7).
Comenzando con este texto.
varios teólogos en Alemania (1860–1880) y en Inglaterra (1890 a 1910) abogaron por una perspectiva de la encarnación que no había sido apoyada antes en la historia de la iglesia. Esta nueva perspectiva fue conocida como la «teoría kenótica», y la posición general que representaba fue llamada la «teología kenótica». La teoría de la kenosis sostiene que Cristo se despojó de algunos de sus atributos divinos mientras que estaba en la tierra como hombre. (La palabra kenosis proviene del verbo griego kenoo, que generalmente significa «vaciarse», y se traduce en Filipenses 2:7 como «se despojó a sí mismo o se rebajó voluntariamente».) Según esta teoría, Cristo «se despojó» de algunos de sus atributos divinos, tales como la omnisciencia, la omnipresencia y la omnipotencia, mientras que estuvo en la tierra como hombre. Esto se veía como una limitación voluntaria de parte de Cristo, que él llevó a cabo con el fin de cumplir con su obra de redención.27
¿Pero enseña de verdad Filipenses 2:7 que Cristo se despojó de algunos de sus atributos divinos? ¿Lo confirma el resto del Nuevo Testamento?
La evidencia de las Escrituras apunta a una respuesta negativa a ambas preguntas. Debemos primero darnos cuenta que ningún maestro reconocido en los primeros 1800 años de la historia de la iglesia, incluyendo aquellos que hablaban el griego como lengua materna, pensó que el «despojarse a sí mismo» de Filipenses 2:7 significaba que el Hijo de Dios renunció a algunos de sus atributos divinos. Segundo, debemos reconocer que el texto no dice que Cristo «se despojó de algunos poderes» o que «se vació de algunos atributos divinos» o nada semejante a eso. Tercero, el texto nos describe lo que Cristo hizo en este «despojarse». No lo hizo vaciándose a sí mismo de algunos de sus atributos, sino más bien «tomando la naturaleza de siervo», es decir, viniendo a vivir como un hombre, y «al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!» (Fil 2:8). De manera que el contexto mismo interpreta este «despojarse» como equivalente a «humillarse a sí mismo» y tomar una posición inferior. Por esa razón la NVI, en vez de traducir la frase «se despojó a sí mismo», lo hace diciendo: «Se rebajó voluntariamente». El despojamiento incluye cambio de papel y posición, no de atributos esenciales ni de naturaleza.
Una cuarta razón para esta interpretación la vemos en el propósito de Pablo en este contexto.
Su propósito ha sido el de persuadir a los filipenses de que «no hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos» (Fil 2:3), y continúa diciéndoles: «Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás» (Fil 2:4). Para persuadirles a que fueran humildes y pusieran los intereses de otros por delante, les recuerda el ejemplo de Cristo: «La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo …» (Fil 2:5–7).Al presentar a Cristo como un ejemplo, Pablo quiere que los filipenses lo imiten. Pero, por supuesto, no está pidiendo a los cristianos filipenses que se «despojaran» o «dejaran a un lado» sus atributos o habilidades esenciales. No les está pidiendo que «renunciaran» a su inteligencia, fortaleza o capacidad y se convirtieran en una versión disminuida de lo que eran. Más bien, les está pidiendo que pongan el interés de otro por encima del suyo: «Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás» (Fil 2:4). Y debido a que esa es su meta, encaja bien con el contexto entender que está usando a Cristo como el ejemplo supremo de uno que hizo exactamente eso: Puso por delante los intereses de otros y estuvo dispuesto a despojarse de algunos de sus privilegios y posición que le pertenecían como Dios.Por tanto, la mejor manera de entender este pasaje es que habla de que Jesús renunció a la posición y el privilegio que tenía en el cielo: él «no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse» (o «aferrase a ello para beneficio propio»), sino que «se despojó a sí mismo» o «se rebajó voluntariamente» por amor de nosotros, y vino a vivir como hombre. Jesús habla en otra parte acerca de la «gloria que tuve contigo antes que el mundo existiera» (Jn 17:5), una gloria que había dejado y que volvería a recibir cuando regresara al cielo. Y Pablo podía decir de Cristo «que aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre» (2 Co 8:9), hablando de nuevo del privilegio y honor que merecía, pero que dejó temporalmente por nosotros.
La quinta y última explicación de por qué la perspectiva «kenótica» de Filipenses 2:7 debe ser rechazada está en el contexto amplio de la enseñanza del Nuevo Testamento y de la enseñanza doctrinal de toda la Biblia.
Si fuera cierto que un suceso tan trascendental como ese ocurrió, que el eterno Hijo de Dios cesó por un tiempo de tener todos los atributos de Dios —que cesó por un tiempo de ser omnisciente, omnipotente y omnipresente, por ejemplo— esperaríamos que algo tan increíble como eso se enseñaría clara y repetidamente en el Nuevo Testamento, y no solo en una interpretación muy dudosa de una sola palabra en una epístola. Pero nosotros encontramos lo opuesto a eso: No encontramos en ninguna parte declarado que el Hijo de Dios cesara de tener todos los atributos de Dios que él poseía desde la eternidad. En realidad, si la teoría kenótica fuera cierta (y esta es nuestra objeción fundamental a ella), ya no podríamos afirmar que Jesús era completamente Dios mientras estaba aquí en la tierra.28 La teoría kenótica niega en última instancia la plena deidad de Cristo Jesús y hace de él algo menos que un Dios completo. S. M. Smith admite: «Todas las formas de la ortodoxia clásica rechaza ya sea explícitamente o en principio la teología kenótica».29Es importante que nos demos cuenta que lo que tenía más fuerza para persuadir a las personas a aceptar la teoría kenótica no era que hubieran descubierto una mejor explicación de Filipenses 2:7 o de ningún otro pasaje del Nuevo Testamento, sino más bien la creciente incomodidad que las personas sentían con las formulaciones de la doctrina del Cristo histórico de la ortodoxia clásica. Era sobre todo que les parecía demasiado increíble a la mente moderna racional y «científica» creer que Cristo Jesús pudiera ser verdaderamente humano y al mismo tiempo completa y absolutamente Dios.
La teoría kenótica empezó a sonar cada vez más como una manera aceptable de decir (de alguna forma) que Jesús era Dios, pero una clase de Dios que durante un tiempo había renunciado a algunas de sus cualidades divinas, aquellas que resultaba más difíciles de aceptar para las personas en el mundo moderno.
Soli Deo Gloria